El cambio es un suceso que es inherente la la vida. El cambio existe queramos o no, para bien o para mal.
Sabemos que la adaptación es la mejor opción ante un cambio. De hecho, esa capacidad para amoldarnos a las nuevas situaciones ha sido clave en nuestra evolución como especie.
Sin embargo, es normal también generar cierta resistencia al cambio. El cerebro humano necesita un entorno estable para sentirse seguro. Ante un entorno conocido es capaz de calcular riesgos y tomar decisiones. Ante un entorno desconocido se paraliza ante la incertidumbre.
Pero en todas las situaciones de cambio existen componentes de estabilidad. Siempre hay aspectos que permanecen igual aunque exista una ruptura patente en el estado general.
Investigadores de la Universidad de Ámsterdam han estudiado como nos adaptamos al cambio y que elementos facilitan nuestra adaptación.
Utilizaron una muestra de más de 200 estudiantes que dividieron en dos grupos.
El primer grupo recibió una carta del decano en la que se les anunciaba importantes cambios en su plan de estudios.
El segundo grupo recibió la misma comunicación. Pero en su carta se hacía hincapié en los elementos que permanecían iguales, dando una sensación de continuidad.
Este último grupo percibió el cambio como una circunstancia menos agresiva y se mostró menos reticente a afrontarlo.
Así que si tenemos que plantear un cambio, vamos a afianzarnos en lo que permanece estable. Esos elementos nos ayudarán a reducir la incertidumbre y allanarán el camino al éxito.