Tu enfado es natural
El enfado es un emoción inherente a la condición humana. Y por lo tanto, su expresión es común en la vida diaria y en la mayoría de las ocasiones, saludable. Pero en ocasiones, puede tomar el control y volverse destructiva. La falta de dominio puede ocasionar muchos problemas en nuestras relaciones y un sentimiento propio de malestar y de descontrol sobre nosotros mismos.
¿Qué es el enfado?
Podríamos definir el enfado como un estado emocional que puede implicar desde una leve irritación hasta un estado de furia e ira intenso. Como todas las emociones, está grabada en nuestro cerebro desde épocas muy primitivas y tiene sus reacciones biológicas. Cuando nos enfadamos se genera más adrenalina y noradrenalina, aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca.
A nivel cerebral, acontece lo que se ha llegado a llamar «secuestro de la amígdala». A nivel subcortical, en la zona más antigua de nuestro sistema nervioso, la amigdala toma el control de la situación. Esta respuesta es adaptativa. Es un mecanismo de defensa heradado de cuando nuestros ancestros vivían rodeados de depredadores.
Esta reacción automática hace reaccionar al individuo de tres formas diferentes: nos paraliza, nos hace huír o nos hace agredir. Por supuesto, los muchos años de evolución han modernizado estas reacciones y la parálisis es mental, la huida es evitación y la agresión suele ser verbal.
El enfado es una reacción adaptativa y natural, pero en ocasiones la parte emocional bloquea el lado racional y nos puede generar problemas.
¿Cómo controlar y neutralizar el enfado?
Detección. Lo principal es darnos cuenta de lo que nos está secuestrando nuestra amígdala. Hay tres pistas que nos pueden indicar lo que está pasando:
- Percibimos una gran activación emocional. Sentimos una reacción muy bisceral. Incluso puede que sintamos como se eleva nuestro pulso.
- El cambio de estado es tremendamente rápido. Pasamos de 0 a 100 en un milisegundo.
- En muy poco tiempo te das cuenta de que has tenido una reacción poco proporcionada.
Relajación. Es importante dominar esa parte biológica del sistema nervioso. Podemos intentar controlarla mediante la relajación. Intentaremos respirar profunda y pausadamente, desde el abdomen. Identificaremos los músculos que hemos tensado para relajarlos. Incluso podemos intentar visualizar un entorno en el que nos sintamos relajados, para huir del tema origen del enojo.
Estructuración. Vamos a repensar el suceso que nos ha removido. Es necesario valorar la situación en su justa medida. Tendemos a exagerar los sucesos con pensamientos como: «es terrible», «es intolerable», «no se puede remediar». Debemos juzgar el verdadero alcance del suceso evitando el efecto bola de nieve. Cuando hay otra persona implicada, hemos de empatizar para obtener una visión más global. Pensar en sus motivaciones, condicionantes, su situación. Enfatizar el enfado no va a solucionar el problema, probablemente nos bloqueará más y lo empeorará.
Resolución. Este estado emocional intenso nos puede hacer olvidar que muchas veces existe una solución al problema. Tratemos de encontrarla. Valoremos la situación y veamos que alternativas tenemos para solventar el problema ahora y evitar que pueda volver a surgir en el futuro. Sí, también hay problemas que no tienen solución. Pero no debemos frustrarnos, en estos casos trataremos de afrontarlo y manejarlo de la mejor forma posible.
Comunicación. Somos seres sociales y la mayoría de nuestros enfados están relacionados con las personas que nos rodean. Cuando estamos enfadados podemos sacar conclusiones erróneas. No olvidemos que nuestra pensamiento también está condicionada por ese estado emocional. y con estas conclusiones muchas veces excesivas e inexactas podemos tener reacciones no muy adecuadas. Para dar una respuesta correcta, vamos a intentar obtener la mayor información posible. Preguntemos, busquemos aclaraciones, escuchemos, observemos. Y, ante todo, pensemos bien lo que vamos a decir. Que provenga de nuestra razón y no de nuestro hígado.
Humor. El humor siempre es un buen recurso, y en este caso es especialmente útil. El humor genera una respuesta incompatible con el enfado en nuestro sistema nervioso. Pero no el humor sarcástico o perverso, sino un humor constructivo y saludable.
Ambiente. Hay entornos especialmente estresantes que pueden generar situaciones que pueden facilitar la aparición de esta emoción. En la medida de lo posible, controlemos el ruido ambiente, la temperatura de los espacios, los elementos que suelen hacernos enfadar (tiremos ese bolígrafo que siempre cogemos cuando tenemos que apuntar algo urgente y que nunca pinta). Cuando esto no está bajo nuestro control, busquemos tiempos y espacios para breves descansos.
El enfado es un emoción inherente a la condición humana, natural y necesario. Pero no dejemos que nos secuestre.