Somos optimistas

En la última década se ha enfatizado el estudio del optimismo y su funcionamiento neuronal. Los resultados muestran que el 80% de los cerebros de todas las edades y en todas las culturas tienen una predisposición al optimismo.

En general, no subestimamos la probabilidad de que nos suceda algo malo como tener un accidente o una enfermedad grave. Y además, tendemos a considerar y planificar nuestra vida como si fuéramos a vivir muchos años.

Entendemos el optimismo como la tendencia a pensar que es más probable experimentar situaciones positivas que negativas. Es decir, que esperamos que el futuro sea mejor que el pasado y el presente.

No son más optimistas los que menos expectativas tienen

Una teoría cultural tiende a afirmar que el optimismo se basa en no tener grandes expectativas. Si no esperamos grandes cosas no nos decepcionaremos cuando no sucedan. Parece una teoría muy lógica, pero la evidencia muestra otra realidad. Los estudios concluyen que el individuo optimista es un individuo más feliz. Esta persona, cuando un suceso no cumple sus expectativas, encuentra un motivo y sigue teniendo expectativas positivas.

En un experimento realizado en la Carnegie Mellon University, G. Lowenstein (Profesor de Economía del Comportamiento) preguntaba a los sujetos cuanto pagarían por recibir un beso de un famoso. Cuánto por recibirlo inmediatamente, cuánto si fuera en 3 horas, cuánto si fuera en 24 horas, cuánto si fuera en tres días, cuánto si fuera en un año y cuánto si fuera en tres años.

Los resultados mostraban que la mayoría estaba dispuesta a pagar más dinero si el beso fuera en tres días, más que si fuera inmediatamente. Es decir, este tiempo de anticipación les haría más felices.

¿Es genético el optimismo?

Los estudios realizados con gemelos idénticos revelan que un 30% de este rasgo puede ser heredado. Sin embargo, el otro 70% es resultado de la cultura, la sociedad y la experiencia del individuo.

¿Se puede entrenar el optimismo?

Varios estudios realizados por Seligman demuestran que es posible y que tiene que ver con la atribución del resultado. Un optimista, cuando obtiene un éxito en su vida (como un trabajo bien realizado) tiende a atribuirlo a su propia habilidad y desempeño. En cambio, cuando algo no sale como quisiera, el motivo es atribuido a causas externas y circunstanciales. Y lo más importante, busca la forma para que, en otra ocasión, estas trabas puedan ser superadas.

FUENTE: The Role of Emotion in Economic Behavior

 

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Categorías: Aprendizaje