El modo en que nos relacionamos con los demás supone un aporte importante a nuestro bienestar. La más que repetida frase “el hombre es un animal social” es una realidad que nos afecta diariamente.
Las relaciones con los demás es una fuente de felicidad, y dentro de nuestra comunicación, la conversación uno a uno ocupa una posición primordial.
La conversación nos permite conocer al otro, aprender, mejorar nuestra autoestima, obtener apoyo, aclarar las propias ideas, mejorar nuestro humor, y un largo etcétera.
Por supuesto, no es lo mismo mantener una conversación con alguien conocido que con un extraño. Sin embargo, los mecanismos de la conversación son los mismos y existen algunas estrategias que permiten mantener una buena conversación:
Preguntar
Las preguntas son el combustible de la conversación. Animan al interlocutor a expresar. En ocasiones, sentimos la necesidad de expresarnos y prolongamos nuestro relato demasiado. Una pregunta por parte del interlocutor puede centrar el tema o aclarar detalles. Pero también nosotros, podemos detenernos y preguntar al otro. Así logramos volver a dinamizar la charla y sacarla del monólogo. La pregunta no sólo puede estar dirigida a la información, también puede orientarse a las emociones, a cómo se siente la otra persona.
Naturalmente, las preguntas son diferentes en función de la confianza que se pueda tener con nuestro interlocutor. A un desconocido le podemos hacer preguntas más superficiales y concretar a medida que nos va dando confianza.
Escuchar
La escucha activa es una parte importante de la conversación. Escuchar implica retener la información, pero también, hacer ver al otro que le estamos escuchando. Para ello, podemos utilizar la comunicación no verbal; mirando a los ojos, asintiendo con la cabeza, … Pero también podemos hacer preguntas aclaratorias para ampliar información, repetir resumiendo lo que nos ha contado, para que otro pueda saber si hemos captado el sentido del relato, o remitirnos a las emociones. Si entendemos con como se siente, habremos entendido lo que nos cuenta.
Cuidado, no podemos sólo escuchar. Una buena medida sobre la calidad de una conversación es el equilibrio de palabra entre los dos participantes.
Aportar calidad
Las conversaciones se enriquecen con la información. Si respondemos a las preguntas con monosílabos, es fácil que la charla decaiga o empiece a parecerse a un interrogatorio. Las preguntas abiertas favorecen respuestas elaboradas. Pero ante una pregunta cerrada, también podemos añadir más información para dar mayor contenido y para suscitar nuevos temas.
Actitud
Mantener una actitud positiva de apertura al otro puede proporcionar mayor confianza y mejorar la fluidez de la comunicación. Es útil dejar atrás los prejuicios y experiencias anteriores, para afrontar la conversación con el interés de obtener algo positivo de ella.
Apertura
Abrirnos a la otra persona favorece que el otro también nos muestre confianza. Una conversación más personal también es una conversación más rica. No se trata de ofrecer nuestras emociones fuera de contexto. La confianza se gana paso a paso, pero el primer paso siempre podemos darlo nosotros. Si nosotros nos abrimos un poco, daremos pie a la otra persona para que también nos confíe sus sentimientos.
Recuperar
Nos podemos encontrar que la charla llegue a un punto muerto. Se ha llegado al final de un camino y el silencio puede llegar a hacerse incómodo. Podemos recuperar la conversación retomando algún tema anterior (“decías antes que…”). También podemos cambiar de tema (“y tú que opinas de…”). Otra opción es generar un tema nuevo (“¿sabes que…?”, “el otro día me pasó algo curioso…”).
Conversar es vivir y vivir conversar. Está en nuestros genes emocionarnos y aprender con el otro. Aprovechemos la charla para enriquecernos y disfrutar