En estos días que vamos avanzado de fases, cuando poco a poco la desescalada es una realidad y comienza el desconfinamiento, en muchos medios de comunicación se empieza hablar del «Síndrome de la Cabaña».Sin embargo, es posible que algunos medios no estén enfocando correctamente este síndrome y estén mezclando conceptos e ideas.
Síndrome de la Cabaña
Este conjunto de síntomas se ha descrito en personas que han pasado largas temporadas de tiempo aislados con o sin compañía. La caustica es numerosa: población de zonas aisladas por su orografía o climatología, marineros que viven en submarinos, científicos en expediciones polares, etc.
Las personas que experimentan el síndrome de la cabaña pueden presentar trastornos del sueño (tanto somnolencia como insomnio temporales), irritabilidad o necesidad de salir (aunque sea realmente desaconsejable hacerlo).
No es considerado un trastorno en sí, y no existen grandes evidencias ni demasiados estudios sobre el tema. Esta falta de interés científico puede estar motivada porque, estos síntomas, desaparecen con el desconfinamiento y su única importancia radica en como pueden afectar a trastornos preexistentes.
Salir de Casa
En plena pandemia del Coronoavirus se ha empezado a hablar, quizá demasiado, de este síndrome. Esta denominación tan llamativa (Sindróme de la Cabaña o Cabin Fever) es muy sugerente, pero no tiene que ver con el miedo a salir, con rehuir el contacto con otras personas o las reticencias a reanudar nuestra vida normal.
Tras varias semanas encerrados en casa, sin apenas salir, con el miedo al contagio, con las terribles noticias sobre fallecidos; es normal (y hasta cierto punto saludable) tener ciertas reticencias en nuestras primeras salidas.
Sabemos que el miedo patológico puede generar grandes problemas. Pero, también sabemos, que el miedo es una emoción adaptativa, una emoción que nos ayuda a evitar situaciones peligrosas.
El Covid-19 es un peligro real, por lo tanto, en una medida adecuada, no es extraño mantener ciertas precauciones.
Por desgracia, el virus se aprovecha de nuestra condición social. Como personas, al encontrarnos, nuestro primer impulso es el contacto. Pero ahora que tenemos que reprimir esta necesidad. Tampoco es una consecuencia del confinamiento, es consecuencia de las precauciones necesarias.
Igualmente, es común tener ahora ciertos reparos a reanudar la vida normal. Por un tiempo, aunque sea de forma obligada, hemos parado. Hemos pasado tiempo en nuestra casa, con nuestra familia. Hemos tenido tiempo para el ocio (aunque sea con muchas limitaciones). Nos hemos dado cuenta de lo que nos perdíamos antes (cuando las urgencias del día a día nos limitaban) y de lo que realmente necesitamos (lo que antes era esencial y no hemos precisado, lo que antes pasaba desapercibido y ahora ha sido muy necesario). [Quizá te interese: Reto Covid-19: Lo que hemos aprendido].
Así que es muy probable, que no tengamos el Síndrome de la Cabaña, sino bastante sentido común y quizá ciertas ganas de retomar nuestra vida de otra forma.