Estas últimas semanas está causando cierto revuelo un estudio publicado por la Universidad de Yale. Los grandes medios lo están destacando por que viene a decir que todo ser humano es raro. 

Para los que trabajamos en algún ámbito científico relacionado con el ser humano (y también en muchas otras disciplinas), nos es difícil entender porque se le da tanta importancia a este artículo. Que todos somos diferentes es algo que se sabe ya desde hace mucho tiempo. De hecho, la ciencia psicosocial, conocedora de esta diversidad, siempre ha intentado descubrir los mecanismos comunes de pensamiento que hay en todo ser humano, para poder extraer conclusiones universales. Pero, como en el resto de las ciencias, no hay demasiadas características que podamos tildar como universales.

Supongamos un ejemplo básico: todo ser humano puede distinguir los colores. ¿Estamos seguros? Sabemos que no. Existe un fenómeno que hemos dado en llamar Daltonismo, que hace que algunas personas no puedan distinguir ciertos colores. Pero yendo más allá, hay personas que son capaces de ver más colores que la mayoría de la gente (ver tetracromatismo).

La ciencia siempre ha hecho uso de la estadística para definir la “normalidad”. Decimos que alguien es “normal” (siguiendo nuestro ejemplo) cuando distingue los colores que la mayoría de la gente distinguimos. Siempre tenemos que tener muy presente que la línea entre “normalidad” y “no normalidad” es muy difusa y depende de ciertos criterios estadísticos. 

Por otro lado, tampoco nos dejemos llevar por el nihilismo. Esos casos que quedan en la frontera son muy pocos. Sabemos distinguir perfectamente un daltónico o tetracromático de una persona sin esta peculiaridad la inmensa mayoría de las veces.

La ciencia, y particularmente, la psicología aplicada, se mueve en estas aguas constantemente. La investigación científica descubre constantemente nuevas generalidades, que se manifiestan en ciertos porcentajes y el psicólogo clínico debe valorar si en cada caso se puede aplicar ese descubrimiento, y cómo afrontarlo en cada persona.

Todos somos maravillosamente iguales, y todos somos maravillosamente raros; es inherente al ser humano.

FUENTE: «The Myth of Optimality in Clinical Neuroscience«

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