Los recuerdos son emocionales. No podemos formar recuerdos sin emociones. Si miramos atrás, en nuestra experiencia, en nuestra vida, encontramos numerosos recuerdos que se han fijado por su gran carga emocional (positiva o negativa).
Nos sorprende cómo recodamos detalles aparentemente insignificantes de algunos momentos. Tenemos la capacidad de recordar que música sonaba en una situación importante para nosotros, que estaba saliendo en la televisión el día tal o que pantalones llevábamos puestos cuando conocimos a tal persona, etc.
Nuestro recuerdo es permeable a aquella información que tiene una carga emotiva.
Debido a lo anterior, en los últimos años, la tendencia educativa está cambiando hacia un aprendizaje más participativo. Van quedando atrás esas clases en las que el profesor dictaba apuntes y era un mero transmisor de información.
El MIT de Boston dispone de una pulsera capaz de medir la actividad cerebral del sistema nervioso simpático a través de la reacción electrodérmica. En un experimento la utilizaron para registrar la actividad cerebral de un alumno durante una semana completa.
El dato más interesante es que, esta actividad era la misma durante las clases que cuando estaba en casa viendo la televisión. Es decir, el cerebro trabajaba a la misma intensidad cuando el joven estaba en clase escuchando a su maestro que cuando estaba en el sofá viendo cualquier programa.
Nuestro cerebro necesita un modelo pedagógico más estimulante. Somos más permeables a la información novedosa que es capaz de emocionarnos, interesarnos y atraernos.
FUENTE: A wearable sensor for unobtrusive, long-term assessment of electrodermal activity.