En muchas ocasiones, utilizamos ciertos adjetivos para referirnos a los niños que, con la repetición, acaban convirtiéndose en etiquetas. Pillín, trasto, malote, principito, tesoro, gordi, buenazo, …Lo hacemos sin querer y con la mejor intención, pero no somos conscientes de que se convierten en juicios de valor que determinan su personalidad.

Con cada etiqueta definimos a una persona por un aspecto muy reducido de su comportamiento. Además no siempre somos justos a la hora de juzgar la frecuencia de esos comportamientos.

La cuestión es que lo que sucede cuando etiquetamos es que encasillamos a esa persona y dejamos un margen muy pequeño para el cambio. 

Sin olvidar que, si alguien es llamado “malo” se sentira malo,  si alguien es llamado «timido» se creerá tímido y sus conductas se verán reforzadas por esta  idea y no se vera reconocido en conductas mas adecuadas. Es una espiral.

Tanto las etiquetas negativas como las positivas afectan en la construcción de la autoestima. Las primeras porque menosprecian y censuran al niño. Las segundas porque establecen metas inalcanzables. El niño, para estar a la altura de su etiqueta, tiene que realizar un esfuerzo que repercute otras parcelas de su vida. Por otro lado, cuando no se muestra como su etiqueta manda, se genera un sentimiento negativo (“Con lo bueno que tú eres siempre”).

Existen otro tipo de etiquetas que tienen un doble sentido y pueden ser las más dañinas. Granujilla, trasto. Con ellas se en vía un mensaje ambiguo donde parece que valoramos positivamente alguna conducta negativa.

Los mensajes que enviamos a los niños tienen una gran influencia en sus capacidades. Si les hacemos ver que confiamos en que pueden hacerlo, pondrán todo su empeño en lograrlo. Si tenemos pocas expectativas, ni siquiera lo intentarán.

¿Qué hacer entonces para evitar las etiquetas?

En primer lugar, es importante entender que es una tarea para todo el entorno del niño: los padres por supuesto, pero también abuelos, familiares, profesores.

Es necesario potenciar mensajes positivos para realizar las tareas: “Estoy convencido de que lo vas a hacer muy bien.” «lo importante es intentarlo».

Por otro lado, evitaremos mensajes que supongan techos inaccesibles: “Vas a ser el más listo de todos.” Hay que mostrar confianza en tareas asequibles.

Favoreceremos la comunicación con su entorno, fomentando el comportamiento asertivo y escuchando sus necesidades.

Debemos evitar etiquetas dentro de la familia, no etiquetar al niño, pero tampoco al padre, a la abuela.

Educaremos en el manejo de las emociones, potenciando que el niño sea capaz de valorar como se siente, cuales son sus intereses y sus valores, fomentando la autoconfianza. Enseñaremos también, a regular las propias emociones para afrontar la frustración, controlar los impulsos, superar obstáculos. Todo ello, fomentando la expresión adecuada de las emociones.

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