Desde hace muchos años, sabemos que pensamiento, acción y emoción están inevitablemente unidos. Lo que pensamos influye en lo que sentimos y hacemos. Lo que hacemos influye en lo que sentimos y pensamos. Lo que sentimos influye en lo que pensamos y hacemos.
Nuestra forma de pensamiento es uno de los pilares más importantes en nuestro bienestar y, a menudo, algunos pensamientos negativos anidan en nuestro cerebro sin darnos cuenta.
Qué son los pensamientos negativos
Los pensamientos negativos son ideas distorsionadas que dan una respuesta automática errónea. El origen de estas creencias puede ser diverso. En ocasiones, vienen inculcadas por la formación, la sociedad o el entorno. Otras veces, provienen de experiencias propias en las que se ha distorsionado la realidad o se han incumplido falsas expectativas.
Vamos a repasar algunas formas de esos pensamientos negativos, porque la mejor forma de expulsarlos es reconocerlos.
Autoculpa automática
Hay personas que asumen como propia la responsabilidad de sucesos negativos que le ocurren sin mucha objetividad. Se sienten responsables de todo lo malo que sucede y se castigan por ello. Este modo de pensamiento lleva a la inacción y al sentimiento de culpabilidad.
Estado de alerta constante
Esta forma de pensamiento nos lleva a afrontar cada pequeña inconveniencia de nuestra vida, como una situación crítica. Con este pensamiento, valoramos los problemas siempre como altamente graves. Lo que nos lleva a no distinguir grados, y de esta forma, no gestionar correctamente nuestros recursos para afrontarlos. Igualmente, nos genera un alto nivel de estrés y malestar emocional.
Pensamiento dicotómico
Es una forma de entender los sucesos de una forma extrema, un pensamiento en blanco y negro. La mayoría de las ideas se radicalizan no permitiendo ver diferentes matices de los sucesos y limitando la capacidad de resolución lógica. Este pensamiento extremista genera sentimientos de ansiedad.
Atención selectiva
Consiste en afrontar un problema teniendo sólo una visión reducida del mismo. Hace que nos centremos en algunas características de la situación, generalmente interpretaciones negativas, y en nuestras propias debilidades para afrontarla. Al olvidarnos de nuestras fortalezas, perdemos capacidad de resolución y aumentamos nuestro sentimiento de malestar.
Generalizar
Es una forma de pensar que nos conduce a extrapolar excesivamente sucesos concretos. Tendemos a expresarnos con términos absolutos: todo, nada, siempre, nunca… Generalizar nos lleva a perder los detalles y matices de los problemas. Supone sacar conclusiones erróneas y generar un estado de apatía (si algo siempre es así, no nos esforzaremos para cambiarlo). También crea un sentimiento de incapacidad y frustración.
Comparación
Algunas ideas nos llevan a comparar nuestras capacidades con las de los demás. Pero lo hacemos una forma no objetiva. Resaltamos las virtudes de los otros menospreciando las propias. Este pensamiento crea una sensación de incapacidad y un miedo a que los demás descubran nuestra inutilidad.
Obligación
Existen personas que exacerban el sentimiento del deber. Poseen un pensamientos excesivos respecto a sus obligaciones con los demás. Estas ideas les llevan a anteponer de forma distorsionada las necesidades de los demás a las propias, llevando a un nivel de actividad y responsabilidad difícil de mantener.
Los pensamientos negativos crean distorsiones en nuestro cerebro, generan sentimientos de malestar y nos confunden a la hora de tomar decisiones. Identificarlos es el primer paso. El segundo es extraerlos de nuestra mente (Leer Cómo sacar los pensamientos dañinos de nuestro cerebro).